La nueva sucursal del museo del Louvre en Abu Dhabi representa el esfuerzo de los países  del Golfo por reforzar su importancia como destino turístico y cultural, tratando de reducir el peso que el petróleo tiene en sus economías. Este colosal edificio parte de dos requerimientos imprescindibles: el control climático y la necesidad de crear un icono que exprese autenticidad y vocación global. Una gran cúpula de 180 metros de diámetro, reinterpretación de la arquitectura islámica, sobrevuela el museo tamizando la luz y generando una atmósfera entre la tradición y la ciencia ficción.  La unicidad de la solución de cubierta se torna fragmentación en la planta del museo, que se configura a través de la composición de formas cúbicas dispuestas orgánicamente formando calles interiores que reparten el flujo de visitantes. Bajo la presencia constante de la celosía de aluminio de la cúpula , la medina interior se extiende hasta ponerse en contacto con el límite marítimo, generando atractivos entrantes y salientes que nos recuerdan a los pueblos costeros, hoy cada vez menos presentes en la zona. Este sofisticado edificio, lleno de referencias culturales, refleja bien la complejidad e incluso las contradicciones inherentes al lugar y a la propia génesis del proyecto. Un ejercicio imposible de traducción cultural sin límite presupuestario que ha derivado en un espacio que refleja brillantemente el tiempo en el que vivimos.

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